Poema #426.
Gacela I. Del amor imprevisto.
Nadie comprendía el perfume
de la oscura magnolia de tu vientre.
Nadie sabía que martirizabas
un colibrí de amor entre los dientes.
Mil caballitos persas se dormían
en la plaza con luna de tu frente,
mientras que yo enlazaba cuatro noches
tu cintura, enemiga de la nieve.
Entre yeso y jazmines, tu mirada
era un pálido ramo de simientes.
Yo busqué para darte, por mi pecho
las letras de marfil que dicen siempre,
siempre, siempre: jardín de mi agonía,
tu cuerpo fugitivo para siempre,
la sangre de tus venas en mi boca,
tu boca ya sin luz para mi muerte.
Federico García Lorca.
Poeta, dramaturgo y prosista granadino, parte de la Generación del 27. Nace en 1898 y muere ejecutado tras la sublevación militar de la guerra civil española, en el año 1936. Una “gacela”, según explica Emilio García Gómez, es principalmente empleada en la lírica persa y es un poema corto, con preferencia por el tema erótico, ajustado a determinados detalles técnicos, cuyos versos son más de cuatro y menos de quince. Pertenece a su libro “Diván del Tamarit”, que está dividio en dos secciones: gacelas y casidas.
Surgen siempres de los más inesperados lugares, la casualidad nos construye y nos desenvuelve. Entre el sueño, el ensueño y el encuentro, el camino se acorta, y uno ama también la despedida, la separación que no separa, el encuentro que ya no encuentra. Surge de muchas maneras el amor imprevisto.