Poema #67
ATIENDA AQUEL QUE DIJO
hallar dicha y sosiego
en un sueño beatífico y tranquilo;
atienda a lo que digo y lo que creo.
¿Sabes, nocturno amigo,
a qué cosa en verdad llamamos sueño?
Atiende, hermano mío,
sin pena y sin recelo,
yo, que he soñado, yo, que no he dormido,
te pregunto sin voz desde mi lecho:
¿crees que el sueño protege del abismo,
rescata del asalto y del incendio?
Yo, soñadora inmóvil, no he creído
en mi rostro apacible cuando duermo.
Lucho soñando, sórdida, conmigo,
con un pájaro extraño, con el viento,
con un agudo y afilado pico
que me horada las sienes y el cerebro
y dejo sangre en el cojín y heridos
flotan ardiendo, aullando, mis cabellos.
Soñador y sonámbulo es lo mismo.
Se va entre nieblas, huérfano.
¿Quién hiló las almohadas? ¿El olvido?
La mano movediza del recuerdo
con un sombrío ovillo
y tejió la crisálida del lienzo
con una larga víbora de lino
que se enrosca en el alma y en el cuerpo.
Atienda aquel que alguna vez me dijo
hallar quietud seráfica en el sueño;
atienda a mi creencia, a mi pregunta,
que es la de todo soñador despierto.
Creo en mi corazón, su llama oculta
bajo las sábanas, ardiendo.
Creo en mi sangre muda
corriendo como un río del infierno.
¿Cree alguien en la calma de las tumbas,
en la paz de los muertos?
Quieren creer… ¡No lo han creído nunca!
Descansa en paz, sólo es un gran deseo.
Descansa en paz, pero la paz no escucha;
descansa en paz, pero el descanso es ciego.
La muerte, insomne, mira hacia la lucha
y el sueño es el más íntimo desvelo.
Ida Gramcko
Fue una poeta, ensayista, dramaturga, cuentista y periodista. Nació el 11 de octubre de 1924 en Puerto Cabello (Venezuela). Recibe el Premio Nacional de Literatura (1977), el Premio “José Rafael Pocaterra” en Poesía (1961), Premio Municipal de Poesía (1962). Entre sus poemarios se pueden nombrar: “Umbral” (1941),” La Vara Mágica” (1948), “Poemas de una psicótica” (1964),” Sol y soledades” (1966), “Sonetos del origen” (1972),” Salto Ángel” (1985), “Treno” (1993), entre otros. Falleció el 2 de mayo de 1994.
Y en la noche dormida lucho con un extraño, dejando marcas rojas en la almohada. Sobrevivo del sueño, porque aunque con rostro de reposo, la paz no asiste. Es entonces cierto, el sueño se parece a la muerte o es quizás la muerte misma. Hablar de esos fantasmas que a oscuras llegan, ya no importan los ojos, las sombras se extienden más profundamente cuando el cuerpo descansa y es entonces débil, señuelo del sueño. Porque allí la forma se diluye y es la materia la que se agrieta o condensa para habitar los sueños. La materia, esa que sabe de nosotros, narra o dibuja esas imágenes ocultas robándose la paz. No olvidamos lo que somos cuando dormimos, no olvidamos lo que nos ocurre, lo revivimos desde la materia pura. Pocos son los que navegan en el rio hacia el infierno, soñando, durmiendo. Extraer imágenes de lo profundo deja huellas de sangre en la almohada. Y se repite la pregunta una y otra vez: “¿crees que el sueño protege del abismo, / rescata del asalto y del incendio? “
@LauraAlessR
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